No voy a comentar en este post las cuestiones políticas que se pueden derivar del asesinato de Inaxio Uria a manos de ETA, sino que pretendo centrarme en las consecuencias humanas que ha traído este atentado, especialmente para las personas que trabajan en la construcción del TAV.
Se refuerza la seguridad. He tenido la oportunidad de hablar con un buen amigo que trabaja para una empresa de las que también construyen el TAV. Da la casualidad de la obra en la que trabaja está a escasos metros de uno de los tramos del TAV y me ha contado lo estricta que se está poniendo la seguridad. Un ejemplo de ello es que los guardas de seguridad van armados y también que se exige a todos los trabajadores llevar una tarjeta de identificación. Todo esto puede considerarse como una medida habitual de seguridad.
La amenaza contra los jefes de obra. Más grave es la situación que viven los jefes de obra y directivos de esta empresa. Mi amigo me cuenta que el mismo viernes tuvieron una reunión con el jefe de seguridad de la empresa, quien les recomendó a todos los responsables variar sus costumbres, como dejar de ir a comer al mismo sitio todos los días, y llevar un inhibidor de frecuencias siempre encima, además del que llevan en el coche particular, para evitar la detonación a distancia de una bomba. Por supuesto, todos estos responsables también tienen que ir acompañados por escoltas.
La preocupación en los trabajadores. La mujer de mi amigo también estaba presente. Es probable que la obra en la que trabaja finalice próximamente y su mujer afirmó que prefería que se fuese al paro antes de tener que trabajar en las obras del TAV, por miedo a un posible atentado. En este contexto de crisis y paro en aumento en el sector de la construcción os podéis imaginar las consecuencias de una decisión como ésta.
En definitiva, la amenaza de ETA se extiende de los empresarios a los jefes de obra y, de manera indirecta, al conjunto de los trabajadores. Su objetivo último es que se haga insostenible la construcción del TAV porque no haya empresas ni trabajadores dispuestos a ser contratados, sin importar las consecuencias. La carta de cinco miembros de la Plataforma “AHT Gelditu” deja muy claro cuál es el camino, y no es el que ETA precisamente quiere imponer.