
«Era Alec Reid quien decía, cuando en los años de plomo del conflicto irlandés empezó a realizar labores de mediación, que él intentaba representar a las víctimas del futuro; que las quería representar, precisamente, con el objetivo de que nunca llegasen a serlo».
Hoy que se cumple un año del final de la violencia de ETA, he vuelto a recordar esta frase de Alec Reid. Imanol Murua tiene razón cuando se la atribuye al sacerdote norirlandés. Yo se la he escuchado y también la dice en el documental «Lluvia Seca«. No hay manera mejor de definir cómo me siento yo ahora.
Hace unos meses una víctima de ETA me preguntó por qué ETA no había parado hace 20 años porque entonces su marido estaría ahora vivo. Seguro que todos los que nos hemos volcado en conseguir la paz podíamos haberlo hecho mejor. Seguro que durante este tiempo nos hemos podido equivocar. Yo, personalmente, lo he hecho. No fui lo suficientemente exigente durante el proceso de 2006. No tuve capacidad de reaccionar aún cuando las señales que llegaban eran muy negativas.
El sufrimiento y el daño padecido por esa víctima es irreparable. Tenemos que mostrarle toda nuestra solidaridad pero su dolor es inconsolable. Lo único que puedo ofrecerle, lo único que podemos ofrecerle, es nuestro esfuerzo para que no haya más víctimas en el futuro, que nadie más vuelva a sufrior lo que ella ha sufrido.
Claro que esto, por fortuna, es difícil de cuantificar. ¿Cuántas personas se han salvado desde que hace tres años ETA cometió su último atentado? ¿Cuántas han dejado de recibir el impuesto revolucionario? No hay respuesta pero creo que saber que no habrá ni una más es algo que debe llenar de satisfacción a la sociedad vasca.
¿Significa esto que el problema está resuelto? Ni mucho menos. El hecho de que ETA haya dejado la violencia no significa que todos los Derechos Humanos estén garantizados o que la convivencia tenga capacidad de incluir a todos y todas. Muchas personas suelen recordarme que los presos siguen padeciendo una situación de excepcionalidad, que no se ha reconocido el daño causado, que todas las víctimas no han sido reconocidas o que las divergencias sobre el marco político se mantienen. Todo ello es cierto. En esas ocasiones suelo recordar algo que Brian Currin me dijo hace más de dos años:
«Hay que entender que nadie puede garantizar que se vaya a poner en marcha un proceso de paz, pero se puede garantizar que con violencia no habrá ninguna posibilidad de que se ponga en marcha el proceso».
En ello estamos. Ahora ya se dan las condiciones para consolidar el proceso de paz. Esta sociedad se merece una convivencia mejor y el reto y el esfuerzo merecen la pena. También se lo debemos a las víctimas del futuro.
Y vosotros, ¿cómo habéis recordado este día?
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