Otra vez con lo mismo. Una persona asesinada en nombre de unos supuestos objetivos políticos. Las esperanzas, los sueños y el futuro de Eduardo Antonio Pueyes arrancados por ETA, quien en pleno siglo XXI aún piensa que tanto sufrimiento sirve para algo. Una familia padeciendo un dolor radical e irreversible que no encontrará consuelo ni reparación.
La sociedad vasca perdiendo un poco más de esperanza. ETA practicando el “todo para el pueblo sin el pueblo”, el nuevo despotismo ilustrado armado. La ciudadanía cada vez menos dispuesta a facilitarles un final ordenado de la violencia. La puerta se va cerrando y ETA parece que no se entera o, simplemente, no se quiere enterar.
No me pienso rendir. Por muy cansado que esté de exigir una y otra vez que todo esto termine lo repito una vez más y todas las veces que haga falta. Sin excusas, sin justificaciones, sin retrasos, ya mismo, ETA debe poner fin a la violencia, porque los Derechos Humanos tienen que ser respetados y porque la inmensa mayoría de la sociedad vasca así lo exige.
No creo que esta vez ETA escuche y respete esta exigencia. No lo hizo en el pasado y si nos atenemos a los hechos, tampoco parece que lo vaya a hacer ahora. En cambio, sería factible que un llamamiento de la Izquierda Abertzale representada por Batasuna, apostando por el fin de la violencia y por las vías exclusivamente políticas, pudiese remover la situación y forzar a ETA dar un paso definitivo para terminar con la violencia. Es lo que Lokarri ha pedido hoy a este sector político. No estamos hablando de condenas, sino de aportaciones constructivas y realistas. Tienen en su mano una llave para abrir definitivamente el camino a la paz. De lo contrario, se verán arrastrados por la propia ETA hacia el precipicio.
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