Post de Manolo Vilabrille (liberado de Lokarri)
Odio además a las nuevas tecnologías por que nos hacen sentir como los habitantes de Atapuerca, seres cultos pero aberraciones intelectuales a ojos de los gurús cibernéticos. Y es que para llegar al 2.0 hay que llegar antes al 0.0 y al 1.0, ¡la senda binaria! Pasos imprescindibles que hay que recorrer para alcanzar la gran cima: el 2.0. Pero el camino a la cumbre es costoso y lleno de recovecos con extraños nombres anglosajones y siglas aparentemente sin sentido. Recodos que hay que conocer y dominar para allanar el camino que nos lleva a comunicar, escuchar y, en definitiva, avanzar.
Pero claro, en el camino a la cumbre (que siempre sigue creciendo, por cierto) hay que tener un buen sherpa, un hombre-brújula, un jefe. Guía cibernético al que odio también por marcar el fuerte ritmo de ascenso, por hacer que ese refugio llamado Yammer al que tanto nos costó llegar ahora parezca un pequeño repecho. Y es que las metas volantes crecen en número y son más cercanas entre sí. Pero sabemos ya que si nos quedamos descansando en los primeros refugios la cima se nos antojará más dura, lejana e inalcanzable. “Menos mal” que ahí está nuestro sherpa para que, sin tiempo para curarnos las ampollas, nos vuelva a cargar la mochila para afrontar el siguiente reto 2.0. Como cantaban los navarros Koma, “mi jefe se merece un monumento”.
No se si los que tenemos otro tipo de aficiones lejanas al ascenso 2.0 lograremos que los sabios consejos de nuestro sherpa nos hagan disfrutar de esta nueva aventura. Posiblemente sí, de hecho ya hemos interiorizado las ventajas de esta nueva forma de comunicación. Pero sabemos que tanto el camino como el guía son duros y exigentes.
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